Generalidades del TEA (trastorno del espectro autista)

Mar 24, 2014

Lilian Quevedo, Psicólogo de INVEDIN

Siendo el Lenguaje el motivo de consulta más frecuente en nuestras evaluaciones, se hace mandatario iniciar con los múltiples canales sensorio-motores que engloban a esta área y que se desarrollan en etapas diferentes. La Fonética: habilidad para discriminar y producir sonidos específicos. La Gramática: Referida a la morfología, sintaxis y referida a la organización de y entre palabras. Semántica: Organización conceptual, estudia el significado de las palabras e involucra al vocabulario. Pragmática: Uso del lenguaje, comprende una cantidad de subdominios que permiten la competitividad comunicativa. Precisamente en el desarrollo comunicativo, es donde recae la mayor falla que encontramos dentro del espectro autista, pues la intención de comunicación muchas veces se ve alterada utilizándose de forma selectiva y en oportunidades exclusiva, para cubrir intereses, u omitiéndola en muchos otros casos.

El espectro autista hace debut desde edades muy tempranas con la aparición de los síntomas, se observa gran controversia al respecto, aunque no se describe una edad específica, lo habitual es que ocurra entre los 30 – 36 meses y antes de los 5 años, sin embargo, síntomas tan precoces como desde los 6 meses, señalan la naturaleza congénita del trastorno. No obstante, hacia los 18 meses comienzan a aparecer los síntomas de manera evidente.

Otro elemento importante como dimensión del problema, es la severa restricción en la reciprocidad social, entendida como la ausencia de la misma o de sus variaciones en la respuesta durante la interacción, la cual no se modifica y se mantiene en el tiempo. Sus indicadores, pueden ser muy tempranos, aún en la etapa de lactante, donde la aparición tardía de la sonrisa social y la escasa resonancia afectiva, pueden ser indicadores de sospecha muy precoces. Es evidente que en etapas preescolares y posteriormente escolares, la ausencia de juego reciproco, con pares, la resistencia a ser tocado y/o manipulado, evitar el contacto visual, e inclusive en algunos casos, la ausencia de selectividad y distancia, son elementos clínicos muy claros que permiten ilustrar lo concerniente a las fallas en torno a la reciprocidad social.

Igualmente, existe una severa restricción en la capacidad para comunicarse recíprocamente, esta expresión es válida tanto para la comunicación verbal como para la no verbal, lo cual de entrada es extremadamente difícil de desvincular del aparte anterior, sin embargo, se entiende esta como la ausencia de respuestas o de sus variaciones, de parte del individuo durante el acto comunicativo, la cual no se modifica y se mantiene en el tiempo. La disminución en la capacidad para comprender el significado de la interacción durante la comunicación, los gestos y mímica del lenguaje no verbal, son expresiones clínicas, las cuales, no necesariamente están ligadas al lenguaje verbal en sí mismo. Igualmente se evidencian alteraciones no solo en la aparición y/o regresiones en el desarrollo del lenguaje verbal, sino otras alteraciones así como la escasa capacidad para entender el significado de las secuencias de palabras que conforman una frase, aún en los casos que muestran alto nivel de funcionamiento, permiten juzgar de manera objetiva, las limitaciones que estos niños tienen en torno a la comunicación.

La restricción severa en los patrones de conducta, imaginación e intereses, es definida operacionalmente como toda expresión conductual, con o sin objetivo, la cual no muestra variaciones ni se modifica en el tiempo, se expresa clínicamente en ocasiones, por el apego extremo a ciertos objetos, o bien a las partes que lo conforman, igualmente rutinas de conducta rígidas y repetitivas, como el rechazo específico a ciertos alimentos, trastornos de la alimentación y la presencia de rutinas motoras estereotipadas.

Para algunos la aparente respuesta anormal a estímulos externos, representa un quinto criterio diagnóstico (aunque no existe consenso al respecto), hoy en día considerado parte de los síntomas casi universales, pero no de los criterios diagnósticos. Estos consisten en su escasa respuesta a la estimulación auditiva (por Ej. No voltean al llamarlos por su nombre), visual, altos umbrales al dolor, estimulación térmica; de manera muy particular se ha señalado una frecuente predilección por oler los objetos y las personas, estas observaciones sugieren alteraciones aparentemente primarias de la sensibilidad, cuyo déficit mayor pareciera ser en los canales visuales y táctiles.

Otros elementos clínicos útiles en el diagnóstico, aunque no se consideran criterios diagnósticos, son los anormales niveles de actividad, trastornos de alimentación (rechazo a ciertos alimentos, pica, conductas anoréxicas, orden compulsivo de la comida en el plato, etc), patrón de sueño anormal, auto agresiones y agresiones a terceros, tics, entre otros.

Si bien, el espectro autista, es un trastorno crónico no progresivo, su tratamiento es fundamental, teniendo como objetivo mejorar la conducta y optimizar las respuestas en las áreas deficitarias. La familia del paciente juega un rol fundamental en la asistencia de los niños dentro del espectro, por lo que deben entender la dificultad para ayudar adecuadamente al paciente.

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